Cirugía Estética Terrestre

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Es que somos incapaces de dejar que el tiempo haga su trabajo y nos degrade hasta convertirnos en otra cosa?

Mares a 2600 metros sobre el nivel del mar, ojeras, montañas, arrugas y flacidez, desiertos en valles verdes y viceversa.

La ecología y el cuidado del medio ambiente es una farsa que implica creer que a imagen y semejanza es ser él.

La tierra envejece a pasos agigantados, si fuera ser humano ya contaría más de 70 festejos y empezaría a recordar una y otra vez las mismas anécdotas. “Que yo estuve cuando el sol recién nacía”, “Que vi jugar a la Luna a las escondidas con Marte”, “Me acuerdo cuando todo se puso muy caliente porque el sol no paraba de gastar su joven energía”, “Te acordás cuando todo se convirtió en hielo y no quedó nada vivo sobre mi faz?”.

Desde los 10 mil metros se pueden ver todas las cicatrices que esa vida ajetreada de evolución, crecimiento y cambios ha dejado en cada rincón. Son cicatrices que nos dejan ver cómo ha vivido y lo bien que lo ha hecho, logrando crear entornos que no hemos logrado ver ni a miles de millones de años luz fuera de la esfera.

La tierra ya nunca volverá a ser lo que fue, porque es un ser vivo atado a las regla básicas de nunca nada vuelve a ser como fue y de que nunca nada permanece igual para siempre.
Hoy el movimiento es “Verde”, pero en la época caliente podría haber sido “Rojo” y en la época fría hubiera sido sin lugar a dudas “Blanco”, pero independientemente del color está claro que es un movimiento que no acepta el cambio, que aspira a sacar una foto y mantener todo para siempre tal como fue alguna vez.

Que el ser humano es un destructor nato, no cabe duda y que tiene la capacidad de hacer desaparecer al planeta, la luna y todo el sistema solar en un abrir y cerrar de ojos, tampoco.

Lo que cabe preguntarse es “¿y eso que importa?”, no quedará nadie para recordarlo y si alguien más nos estuviera observado no tardará mucho en olvidar un hecho del todo irrelevante y por otro lado totalmente ordinario. Todos los días se apagan estrella, colapsan, absorbiendo todo lo que las rodea y no hay ningún ser humano cerca como para poder responsabilizarlos del hecho.
Que pase hoy por la mano del hombre o en mil millones de años cuando el hombre ya no exista, no será, al fin y al cabo, una diferencia sustancial.

El hombre abusa de su entrono y no lo respeta en lo más mínimo, estamos generando toneladas de basura por segundo con la que no sabemos qué hacer y para que no se vea la enterramos provocando que se descomponga en sus materias básicas, la mayor parte de ellas totalmente tóxicas para casi todos los seres vivos, generando pozones de contaminación que gracias a la viveza de la tierra se van trasladando rápidamente de un lugar a otro.

Hay sierras que pronto serán llanuras, pulmones que serán desiertos, hielos que serán agua dulce malograda al derramarse sobre el mar, lagos que serán quebradas y ríos que serán lechos. Habrá ozono que será lo que deba ser o no será nada. No todas, pero muchas de ellas son responsabilidad directa del ser humano por su acción directa o indirecta.

El ser humano, la especie humana, debe cesar inmediatamente todas las actividades que agreden al medio ambiente, al planeta y potencialmente al sistema solar. Debe cesar de comercializar madera, debe abandonar todas las investigaciones genéticas y medicinales, debe eliminar la producción de medios de transporte, debe suspender la producción y comercialización de todos los bienes innecesarios que produce, ya sean entretenimiento, vestimenta, instrumentos musicales, libros, electrónicos o cualquier otro tipo de bien o de servicio que no esté destinado a alimentar el alma.

El ser humano debe abrazar la causa “Verde”, “Roja” y “Blanca” todas juntas de una vez y para siempre. Y esto lo debe hacer sabiendo que todas esas causas son totalmente irrelevantes, improductivas y efímeras, pero no lo debe hacer por las razones equivocadas, lo debe hacer para recuperar su dignidad, para asumir el compromiso de ser en lugar de simplemente existir.

Existen los minerales, las plantas y las bestias, existen sin poder siquiera preguntarse para que lo hacen. Existen los planetas, las galaxias y constelaciones, que no son más que minerales, plantas y bestias de unas dimensiones inconmensurables incluso para la genial especie humana.

Ser es estar consciente, es comprender que todo pasa y nada dura, es asumir que hemos nacido con la exclusiva responsabilidad de vivir sabiendo que moriremos y cumplir muriendo algún día. Ser no es tener, ser no es crear ni destruir, ser es simplemente existir, como las plantas, las galaxias y los minerales sabiendo que luego ya no se será.

Al cuerno con el planeta, que reviente como un sapo, está para ser explotado hasta el último mililitro de petróleo, hasta la última fibra de celulosa, hasta el último delfín. El ser humano es amo y seño y como tal tiene el derecho adquirido de hacer lo que le plazca.

El ser humano no debe hacer nada de lo que tiene ganado en buena ley porque del no hacer surge su grandeza, surge el cuidado de sus congéneres, tan gran dioses como el mismo, tan poderosos como él mismo.

En el hacer de cada día se convierte un poco más en bestia, cada día va olvidando un poco más su compromiso de ser, cada día demuestra que al final no es merecedor del don divino de comprender que nada es permanente.

El ser humano debe ser no por las generaciones futuras, sino por la que hoy es o intenta ser.

La tierra, el sistema solar, la galaxia y el universo (sea lo que esa palabra represente) seguirán transcurriendo su existencia ignorando nuestro ser y jamás abandonarán su afán de evolución, mutación y final destrucción. No importa lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer, seamos o dejemos de ser.

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