Nuestra gran compañera

Nunca he sido muy romántico y solo una vez en mi vida creo haber regalado una estrella. Así y todo, debo reconocer que sentí cierta nostalgia anticipada al saber que la gran compinche de la Tierra le dedica, desde que existe, un eterno adiós a su compañera de viaje estelar.


Es que desde que el mundo es mundo y la luna luna, esta se aleja a razón de 5cm por año en una loca órbita espiral que indefectiblemente terminará por separarlas para siempre.

Nadie estuvo allí para certificarlo (ni disfrutarlo), pero en los comienzos del tiempo terrenal la luna ocupaba, en su paseo cotidiano alrededor de la tierra, una abrumadora porción del cielo dando la ilusión de poder ser tocada con solo ponerse de puntillas.

Pero no todas son malas noticias, está previsto para el año 5000 millones DC un fenómeno mucho más deslumbrante, ya que durante varios miles de años, y antes de tragarse todo lo que tenga a millones de kilómetros a la redonda, el sol comenzará a arrastrarnos en otra órbita espiral (pero esta de menor diámetro cada año) que nos dejará su fastuoso espectáculo de fisión nuclear al alcance del ojo desnudo.

Aunque quizás para ese entonces hayamos abandonado nuestra terrenidad habiéndonos mudado unos 20,5 años luz de aquí al famoso G1581. Solo falta resolver cómo nos adaptaremos a un año de 13 días (es lo que tarda en trasladarse alrededor de su sol) y una gravedad de 2,2G (lo que hará sentirse un poco excedidos de peso aun a la más bulímica de las criaturas).

Con todo, lo más difícil de digerir sería no tener sobrevolando sobre nuestras cabezas a nuestra inestimable luna.

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